martes, 21 de agosto de 2007

López Murphy y Carrió, cerca de un acuerdo


Elisa Carrió y Ricardo López Murphy caminan hacia un acuerdo inminente. ¿Esa coalición es ya segura? Todavía debe esperarse el final de las negociaciones en marcha y la conclusión de la ardua tarea de los dos políticos (de Carrió, sobre todo) para convencer a sus seguidores de la necesidad del acuerdo. Pero importa, más que nada, que ambos están personalmente convencidos de que deberán enfrentar juntos a los Kirchner en las elecciones de octubre.

Una noticia no menor de las últimas horas fue la decisión de Carrió de hacer un público acto de autoridad ante la sublevación de algunos dirigentes de ARI, el partido que ella creó; aquéllos se habían apresurado a criticar en declaraciones periodísticas esa eventual alianza. “Al que no le guste, que no me vote”, asestó Carrió, tras recordar que ella no está afiliada ahora a ningún partido y que sólo se dedica a la construcción de una amplia concertación.

Los dirigentes que criticaron la decisión de Carrió tienen, en verdad, la vida pública que Carrió les dio. Poco podrían sumar sus presencias o sus ausencias en el nuevo armado político. Llamaron la atención, por su injusticia, las declaraciones del presidente del bloque de diputados de ARI, Eduardo Macaluse, un hombre por lo general ponderado, que describió a López Murphy como el “representante de los intereses concentrados”.

Macaluse tiene, desde ya, el derecho de disentir en las ideas del ex ministro, pero sus palabras significan algo más que una disidencia: son un agravio gratuito. López Murphy es uno de los pocos políticos argentinos que se empobreció en la vida pública y que debió pagar, mediante aportes familiares, los gastos de la última campaña electoral.

Por el contrario, siempre sorprendió que los empresarios (grandes, medianos o pequeños) fueran tan renuentes a financiar las campañas de López Murphy. "Será porque saben que soy un capitalista serio y que no protegeré los negocios fáciles a costa del Estado", suele ironizar el líder de Recrear. Este es el aspecto de López Murphy que más valora Carrió.

Carrió y López Murphy se conocen desde la juventud y nunca quebraron esa relación, matizada por momentos de mayor o de menor cercanía. Desde ya, ese eventual acuerdo parte de la inmodificable candidatura presidencial de Carrió. Algunos dicen que López Murphy podría ser candidato a senador nacional por la Capital; él mismo señaló en las últimas horas que mucha gente le reclama ese lugar en el Parlamento.

Sin embargo, una encuesta (encargada por sectores empresarios que se mantienen en el anonimato) señaló que la mejor elección la haría un binomio presidencial que incluyera a los dos; esto es, Carrió-López Murphy como propuesta final. Carrió se mantiene impávida cuando se le plantea esa posibilidad. Sólo debe recordarse que, enigmáticamente, Carrió mantiene vacío el lugar de candidato a vicepresidente suyo. Aquella encuesta indicó que Carrió estaba muy por encima de López Murphy, pero que una fórmula integrada por los dos, ahora cuando todavía no existe como tal, podría arañar el 30 por ciento de los votos nacionales.

En verdad, el espíritu de López Murphy está cerca del espacio de Carrió desde hace mucho tiempo. Con Carrió están Alfonso Prat Gay y Patricia Bulrrich, dos personas que el ex ministro valora sobremanera por sus condiciones morales más que por sus propuestas políticas, con las que a veces disiente. "Son dos de las únicas cuatro personas por las que pondría las manos en el fuego", acostumbra a decir López Murphy.

López Murphy aspiraría a un acuerdo con Carrió que incluyera un programa común, pero quizá los tiempos electorales no se lo permitan. Dentro de seis días vencerá el plazo para inscribir alianzas. Diez días después concluirá el período para inscribir a los candidatos presidenciales de octubre. De cualquier forma, ciertas ideas comunes deberán explayarse cuando se anuncie el acuerdo.



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No puede desconocerse, al mismo tiempo, que la probable coalición entre Carrió y López Murphy sería otro intento de recrear una idea del radicalismo tal como fue en su larga historia. El partido que fundó Alem convivió siempre con dos líneas internas, una más progresista y otra más conservadora. Así fue cuando Yrigoyen y Alvear competían por su liderazgo. Y así fue también cuando cohabitaron en él Balbín y Alfonsín o, más recientemente, Alfonsín y De la Rúa.

La fractura expuesta del radicalismo incluye, por otro lado, a la estructura oficial del partido, encolumnada detrás de la candidatura de Roberto Lavagna. En este caso se trata de consumar otra vieja idea de algunos radicales: el acuerdo básico entre el radicalismo y el peronismo para gobernar el país.

Ese proyecto lo incubaron Perón y Balbín en la década del 70. Pero el anciano líder peronista estaba ya demasiado enfermo como para llevar adelante esa iniciativa y Balbín tenía demasiados condicionamientos dentro de su propio partido. No pudo ser, pero ese discurso ha sido recuperado ahora por el radicalismo oficial y por los sectores peronistas que rodean al ex ministro Lavagna.

El cisma radical también comprende a los "radicales K", cercanos al oficialismo kirchnerista. Estos acaban de colocar al gobernador mendocino Julio Cobos como candidato a vicepresidente de Cristina Kirchner. Se trata de una experiencia más complicada de explicar porque no hay en ella raíces históricas ni proyectos comunes que se conozcan, salvo la solitaria declamación de una concertación desconocida en su forma y en su contenido. No se sabe de la existencia de un solo "radical K" que no tenga un cargo electivo o una función política que cumplir en el país, ya sea como gobernador, intendente, diputado o concejal. Beatriz Sarlo llamó a eso la "transversalidad de los intereses".

El radicalismo que sigue a Lavagna tiene en su poder la extendida estructura del partido. A su vez, Carrió y López Muprhy nunca dejaron de pensar y de hablar con los códigos radicales que los acunaron. Esos rasgos no pasan inadvertidos para nadie, mucho menos para el radical de a pie. Si la alianza entre estos se concretara, la competencia entre los dos radicalismos opositores será por el trofeo de ingresar en un eventual ballottage, en la pelea de fondo con los Kirchner por el poder nacional.

Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

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